HISTORIA Semana N° 5
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ToggleLa Grecia Clásica
En la antigua Grecia, la belleza era algo fundamental y se preguntaban qué era y qué nos atrae tanto. Los griegos concluyeron que la belleza se encontraba en el ser humano mismo, y que era el único capaz de apreciarla y producirla. Además, creían que la virtud era una capacidad especial del ser humano que consistía en buscar la perfección en todos los aspectos de la vida. Estas cualidades eran más importantes para ellos que la acumulación de riquezas o la construcción de monumentos ostentosos.
La Ilíada y la Odisea, dos libros esenciales que reflejan el espíritu griego, narran la guerra de Troya y las aventuras de Ulises. Los griegos se entusiasmaban con estas historias y querían vivir y pensar como los héroes protagonistas.
En Atenas, una de las ciudades más importantes de Grecia, se construyeron edificios impresionantes, como la Acrópolis con su imponente Partenón, dedicados a honrar a la diosa Atenea. Pericles, un gran gobernante ateniense, impulsó la idea de convertir Atenas en un lugar donde filósofos, artistas y científicos pudieran convivir libremente y debatir sus ideas.
A diferencia de otros imperios, Grecia estaba conformada por muchas ciudades independientes llamadas polis. Atenas fue un símbolo de la cultura griega y el lugar ideal para quienes buscaban la cresta de la ola en el siglo V a.C.
En Esparta, los espartanos eran conocidos como guerreros valientes y se preparaban desde temprana edad para la guerra. Los espartanos debían ser fuertes y saludables, y su participación en el ejército duraba hasta los 60 años. Su equipamiento era básico pero eficiente, y se les inculcaba el valor de la valentía.
El arte griego, conocido como arte clásico, ocupaba un lugar importante en la vida de los griegos. Sus esculturas reflejaban el ideal de la belleza humana y buscaban la perfección y la armonía a través de las proporciones equilibradas y movimientos sensuales.
Los Juegos Olímpicos eran una celebración deportiva y religiosa que reunía a representantes de todas las ciudades griegas. Durante los juegos, se establecía una tregua sagrada que prohibía cualquier conflicto entre los pueblos.
Los dioses griegos eran numerosos y vivían juntos en el monte Olimpo, siendo Zeus el principal gobernante. Los dioses tenían características humanas pero también eran inmortales y poseían enormes poderes. El arte griego, especialmente las esculturas, ha sido considerado una fuente de inspiración para muchas culturas posteriores.
Alejandro Magno, hijo del rey Filipo II de Macedonia, emprendió una gran conquista que unió el mundo occidental con el oriental. Aunque logró grandes hazañas, su intento de crear un imperio centralizado contradecía los principios de la autonomía de las ciudades griegas.
En resumen, la antigua Grecia se destacó por su aprecio por la belleza y la virtud, su arte clásico, sus ciudades independientes como Atenas y Esparta, sus dioses y los Juegos Olímpicos, así como la figura de Alejandro Magno y su conquista.
EL imperio Persa
Los persas fueron un pueblo de pastores que vivió en las montañas del norte de Mesopotamia. Durante siglos estuvieron sometidos a otros imperios, como los asirios y los babilonios. Sin embargo, un valiente líder llamado Ciro decidió desafiar a Babilonia y liberar a su pueblo. Después de su victoria, Ciro respetó las religiones de otros pueblos pero exigió que los persas administraran sus territorios.
Bajo la dinastía aqueménida, los persas consolidaron su poder y gobernaron Persia durante casi 300 años. Zaratustra, un profeta persa, enseñó una nueva forma de pensar y ver el mundo, basada en la creencia en un solo Dios y la coexistencia del bien y el mal. Los persas practicaban el mazdeísmo, una religión basada en las enseñanzas de Zaratustra.
El Imperio persa se expandió a través de conquistas militares, pero a diferencia de otros imperios, los persas mostraron tolerancia hacia las diferentes culturas y religiones de los pueblos conquistados. Organizaron su imperio en provincias llamadas sátrapas, y cada una estaba gobernada por un sátrapa que debía recolectar tributos para el emperador persa. Sin embargo, algunos sátrapas abusaron de su poder y se enriquecieron injustamente.
Los persas construyeron ciudades majestuosas, como Persépolis, que solo se ocupaban durante las ceremonias de año nuevo. Darío, conocido como el Rey de Reyes, llevó al imperio a su máximo esplendor y construyó palacios y monumentos impresionantes. Sin embargo, las derrotas sufridas en las Guerras Médicas contra los griegos marcaron el comienzo del declive del imperio.
Después de la muerte de Darío, el imperio se fragmentó y nuevas dinastías gobernaron diferentes regiones. Aunque el imperio persa nunca recuperó su antiguo esplendor, su influencia cultural perduró. La civilización persa dejó legados en la arquitectura, el arte, la agricultura y las tradiciones, y su refinada cultura se fusionó con la cultura griega y occidental.
La Roma Imperial
El antiguo refrán “Todos los caminos conducen a Roma” tiene un significado más profundo que la simple convergencia física de carreteras hacia la ciudad. Este refrán alude al legado perdurable de la civilización romana en la historia occidental. Los romanos construyeron una extensa red de rutas y caminos que se extendían por el vasto territorio que dominaron. Sin embargo, el refrán va más allá, destacando que Roma fue el epicentro de importantes ideas que fundamentaron la civilización occidental.
Roma, que se estableció a orillas del río Tíber alrededor del 750 a.C., creció imitando el modelo de las prósperas ciudades-estado griegas que ya estaban asentadas en la península itálica. La influencia de la cultura griega en los romanos fue tan significativa que afirmaban ser descendientes de héroes de la guerra de Troya, como Héctor. Según la mitología romana, Rómulo y Remo, fundadores legendarios de Roma, eran descendientes del héroe troyano Eneas. Este mito ilustra la conexión entre la ciudad eterna y la antigua cultura griega.
Roma se convirtió en un poderoso imperio que dominó gran parte de Europa y la mayor parte del mundo conocido de la época. La influencia de Roma en la civilización occidental fue tan profunda que prácticamente todo lo que se dijo, se hizo y se pensó en los siglos posteriores guardó alguna relación con este antiguo imperio. Desde aspectos políticos y legales hasta conceptos filosóficos y sociales, el legado romano dejó una marca duradera en la civilización occidental.
El período republicano fue una etapa crucial en la historia romana. La monarquía fue abolida en el 510 a.C., y el poder pasó a manos de los patricios, ciudadanos ilustres que formaban el Senado. La República duró casi 500 años, aunque los plebeyos, sectores más pobres de la sociedad, buscaban constantemente mejores condiciones y derechos. Para controlar el descontento popular, el Senado ideó una estrategia: la conquista de nuevos territorios para obtener riquezas. Así, Roma formó un poderoso ejército y expandió su territorio desde la Península Itálica hasta Grecia, la Galia y Cartago.
Julio César, un general exitoso, tomó el control absoluto de Roma y marcó el comienzo del Imperio Romano. Augusto, su sucesor adoptivo, se convirtió en el primer emperador romano y estableció un período de paz y prosperidad conocido como la Pax Romana. Durante este tiempo, los romanos expandieron su imperio desde el Atlántico hasta el Éufrates y desde Inglaterra hasta el desierto del Sahara. Además de su fuerza militar, los romanos desarrollaron innovadoras técnicas de guerra, como la formación “tortuga” y el uso de máquinas de asedio.
La sociedad romana giraba en torno a la familia, y los patricios tenían el poder y la autoridad sobre sus hogares. El padre de familia, el pater familias, era la máxima autoridad y tenía el poder de vida y muerte sobre sus miembros. Las leyes romanas eran fundamentales para regular todos los aspectos de la vida, desde transacciones comerciales hasta matrimonios. El derecho romano sentó las bases para el sistema legal de muchos países en la actualidad.
A pesar de su grandeza, el Imperio Romano comenzó a debilitarse debido a tensiones internas y a las invasiones de tribus bárbaras. En el año 476 d.C., el Imperio Romano de Occidente cayó en manos de los bárbaros germánicos, mientras que el Imperio Romano de Oriente, conocido como el Imperio Bizantino, perduró hasta 1453. Aunque el imperio físico llegó a su fin, el impacto de Roma continúa presente en la actualidad. El latín, el derecho romano y las instituciones romanas han dejado una huella perdurable en la civilización occidental. Roma sigue siendo un punto de referencia cultural e histórico al que convergen los caminos de la historia.
Celtas y Vikingos
Hace aproximadamente 10.000 años, la última Era del Hielo llegó a su fin. Durante ese tiempo, los seres humanos enfrentaron condiciones extremadamente frías y escasez de alimentos. Sin embargo, a medida que el hielo comenzó a derretirse, estos grupos humanos comenzaron a migrar en busca de alimento y refugio. Algunos de ellos se establecieron en zonas cálidas y fértiles, como Mesopotamia, donde la agricultura era más viable.
Con el tiempo, estos grupos humanos desarrollaron formas de organización social y comenzaron a buscar riquezas y una mejor calidad de vida. Durante miles de años, el desarrollo de Occidente se expandió a lo largo de la cuenca del Mediterráneo, con civilizaciones como los sumerios, asirios, babilonios, egipcios, fenicios, minoicos, persas, griegos y romanos dominando gran parte del mundo conocido.
Mientras tanto, en Europa central, alrededor del año 600 a.C., las tribus celtas comenzaron a formar una cultura celta caracterizada por su forma de vida, idioma y religión en común. Los celtas eran conocidos por su espíritu guerrero y su habilidad en la batalla. A diferencia de los romanos, los celtas no buscaron acumular poder ni dejar un legado de conocimiento duradero. Aunque conquistaron territorios, nunca lograron formar un imperio o desarrollar formas sofisticadas de gobierno.
Los celtas construían ciudadelas fortificadas llamadas ” oppida” para proteger sus asentamientos. Vivían en casas redondas sin ventanas y almacenaban alimentos para sobrevivir durante el invierno. Con el tiempo, los celtas se expandieron rápidamente, llegando desde la Península Ibérica hasta el Mar Negro.
Sin embargo, los celtas encontraron rivalidad en los romanos, quienes los llamaron “galos” y se enfrentaron a ellos en una legendaria rivalidad. Aunque los celtas poseían conocimientos druídicos, una antigua forma de sabiduría y prácticas religiosas, no dejaron registros escritos, manteniendo sus conocimientos en secreto. Los druidas, líderes religiosos y sabios de los celtas, eran altamente respetados y aconsejaban a los jefes tribales.
Después de los celtas, surgieron los vikingos, quienes se destacaron como hábiles navegantes y guerreros. Establecidos en Escandinavia, se aventuraron en el mar en busca de recursos para sobrevivir en sus difíciles tierras. Los vikingos realizaron invasiones y saqueos en varias regiones de Europa, generando temor y amenazas constantes para las comunidades cristianas.
Los vikingos tenían una forma de gobierno basada en asambleas donde cualquier hombre libre podía plantear quejas o disputas. Sin embargo, no lograron establecer una estructura de gobierno unificada. Su destreza en la navegación les permitió explorar nuevas tierras, como Groenlandia y América del Norte, donde establecieron colonias.
La era vikinga duró tres siglos y se caracterizó por sus incursiones violentas. Los vikingos creían en una batalla final llamada “Ragnarök”, donde los dioses benevolentes, liderados por Odín y Thor, luchaban contra las fuerzas del caos, lideradas por Loki. Esta batalla legendaria marcaba el fin del mundo.
Tanto los celtas como los vikingos compartieron características comunes de guerreros y conquistadores tenaces. Sin embargo, su falta de organización política y estructuras duraderas los llevó a ceder ante otros poderes, como los romanos y las comunidades cristianas. A pesar de su legado, ambas culturas dejaron una huella en la historia europea y continúan siendo recordadas hasta hoy.